PADRE

 

Estaba claro que en aquel pequeño parque había un silencio ululante y amenazador. Por otra parte, era la primera vez, pues nunca había pasado una noche entera  fuera  de casa. Y, además,  tan confuso y desorientado, podría ahora mismo imaginarse dónde estaría su padre. Los ladridos aumentaron el volumen de su cercanía. Y la triste humedad de la opaca bruma poco a poco iba trepando hasta enroscarse en los arbustos más próximos a él. En un abrir y cerrar de ojos, vio lo que tenía que hacer antes que hasta allí gatease el alba : entrar en la casa por la pequeña ventana del servicio. No bien tomó la decisión, estaba a la vista que esa era la mejor idea. Y en un instante vino a confirmarlo el hecho de que la altura de la pared desapareció, y la ventana en un abrir y cerrar de ojos se hizo alcanzable.

Por fin, una vez en la vida, se había armado de valor, aunque con ello no hubiera vencido el miedo a sí mismo ni el miedo a lo más temido . Pero encontró allí lo que era más fuerte aún que sus miedos. En el desván. Y la luna dejó de brillar al otro lado de la ventana. Y, en un instante, todas las estrellas rodaron por el suelo.

Al despertarse en el hospital, vio cómo todo el mundo se había transformado. Hasta pensó en saltar de la cama para que la imagen de un ahorcado no penetrara en su cabeza ahora tan vacía. El silencio rompía contra las paredes. Su padre de ninguna de las  maneras se había merecido aquello.