ABUELO

 

Todo el silencio de su infancia se reflejaba en aquel largo pasillo hasta la habitación del abuelo. Sin ningún compás de espera, se deslizó mientras los colores rojos del crepúsculo se tensaban fuera. Se presentó muy desconcertado ante su buen abuelo, sin pararse ni un momento a pensar qué le podría decir ; pero muy agradecido por haber llegado a tiempo, con muchísima fortuna.

El niño se sintió como en la necesidad de refundir todo lo vivido con el abuelo, pero sin saber cómo. Y contemplaba cómo su abuelo iba cayendo como fruto maduro. Aunque, sin embargo, siempre había pensado que su abuelo sería mucho más feliz si le hubiera llegado su hora final trabajando en el tren. Por ello, de ninguna de las maneras acertaba a  comprender que el rostro y la respiración del abuelo en este momento adquirieran, sin embargo, este tan sorprendente como envidiable alivio.  Y parecía que con   la mayor serenidad se contemplaba ya en el espejo de la muerte. Tal vez el destino, que corría mucho más que una máquina de vapor, no improvisara en absoluto.

A través de la ventana se deslizó el espectro del crepúsculo. El moribundo abrió los ojos, pero ya no era para contemplar las sombras que caerían sobre el pueblo. Y a través de la puerta entreabierta el niño pudo ver el rostro del abuelo atizando ya otra "maquinona",y hacía como quien comenzaba una tarea diaria sin apresuramientos alguno. Mientras, fuera, algún pájaro emprendía su vuelo.  Nunca había podido imaginar que las personas pudieran morir con esa facilidad. La emoción del niño voló hacia las grandes alturas. ¿ Cómo los seres tan puros acudían a la muerte sin ningún movimiento  de pánico?